Siete astronautas perecieron a bordo del transbordador espacial Challenger de la NASA el 28 de enero de 1986. Un cuarto de siglo después, el accidente ocurrido a escasos 73 segundos del despegue, a más de 15 kilómetros sobre el Océano Atlántico, sigue siendo el fracaso más recordado de la historia de la exploración espacial.
Fue la primera catástrofe aeronáutica que se desarrolló a la vista de todos durante una transmisión en directo por televisión. Tras una espectacular explosión, el compartimento donde viajaba la tripulación salió disparado intacto en una bola de fuego y continuó subiendo otros cinco kilómetros antes de caer. La caída duró más de dos minutos. No hubo paracaídas para frenar el descenso, ningún sistema de escape. Para colmo, a bordo del Challenger se encontraba Christa McAuliffe, una profesora de New Hampshire que había ganado el concurso nacional “Un Profesor en el Espacio”, convirtiéndose en la primera civil que volaba en una misión espacial.
La causa se determinó rápidamente: las temperaturas inusualmente bajas la noche previa al lanzamiento causaron porosidad en los aros de goma que sellaban una junta entre segmentos del cohete impulsor. El accidente produjo la paralización de los vuelos durante 32 meses. El siguiente lanzamiento de un transbordador (STS-26R Discovery) no se produciría hasta el 29 de septiembre de 1988.
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